En algún momento de nuestra vida al igual que el joven rico nos hemos cuestionado acerca de ¿cómo vivir rectamente y heredar la vida eterna?, ¿cuáles son los requisitos para tener un pase directo junto a Dios? Y al conocer la respuesta podríamos tener la misma reacción que el joven que realizó esta pregunta a Jesús, entristecernos y pensar que lo que se nos pide es algo imposible de lograr.
Dios que es tan bueno nos dio pautas claras y en Salmos 119:9 nos dice: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar su palabra”. Dios conoce perfectamente nuestra condición de pecado y nos recuerda que debemos permanecer limpios y puros. Pablo en una de sus cartas a los habitantes de la ciudad de Corintios aconsejaba a los creyentes que nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues podría ser el primero en hacerlo. No pensemos que sólo los adolescentes o jóvenes pueden caer por su debilidad, los adultos también lo pueden hacer; David tenía entre 40 y 43 años cuando pecó con Betsabé (ya no era un muchachito que se dejaba llevar por el momento); de esta forma se considera como joven a toda persona independiente con capacidad para tomar decisiones por sí mismo y que puede diferenciar con claridad entre lo bueno y lo malo (entre 16 y 48 años aproximadamente) de hecho biblia marca una diferencia entre un muchacho y un joven, así lo vemos en los escritos de Isaías (los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes tropiezan y caen) y en los escritos de los apóstoles al relatar la alimentación de los cinco mil.

Un muchacho es una persona más inmadura y de menor edad y un joven se la considera en un rango de edad un poco más alta o incluso con más edad.
De esta forma, el consejo de Salmos no es sólo para los relativamente jóvenes (16-25 años), sino para todos. Así que lo mejor que podemos hacer para vivir rectamente en esta tierra (seamos jóvenes o no) es guardar su palabra, aquella que es capaz de penetrar hasta lo más profundo de nuestros pensamientos, intenciones y acciones; la que nos da instrucciones de cómo vivir según la voluntad de Dios y que no expirará jamás.
Autor: Geovanna Gómez